Magia y alegría en el Liceu

Cendrillon

22/12/2013

El Liceu nos propone un oasis de alegría, buen rollo y magia, enmarcado dentro de un cuento de hadas.

«Hemos hecho todo el que hemos podido para haceros volar al país donde los sueños se hacen realidad». Esta es la última frase que nos deja la ópera… y resume perfectamente el que sucede en escena.

Cendrillon, la cenicienta de Massenet, se nos presenta como un cuento. El escenario es un libro y toda la trama que vemos en escena son las ilustraciones. Esta es la propuesta escénica que nos hace Laurent Pelly, un cuento viviente que nos hace emocionar.

El reparto es brillante, todas las voces son excepcionales destacando la Cendrillon interpretada por Joyce DiDonato, técnicamente fantástica, a la vez que dulce y amorosa, con una sonrisa constante durante toda la obra. La madrastra, interpretada por Ewa Podles transmite toda la fuerza y arrogancia de un personaje que domina toda la familia y que tiene subyugado al padre (que está vivo en esta versión de la cenicienta) ante el que humilla e ignora a la Lucette, la cenicienta.

Durante el segundo acto, cuando Cendrillon llega a la sala de fiestas donde el príncipe recibe a las doncellas que lo pretenden, la escena del encuentro entre los dos amantes es muy colorista y simpática, e incluso recuerda West Side Story, cuando los enamorados se conocen y quedan fijos el uno en el otro mientras el resto sigue su curso. Durante este acto conocemos el príncipe azul, muy bien interpretado por Alice Coote. Con el hecho que el príncipe sea una voz femenina, Massenet le quiso dar un punto aristocrático haciendo un guiño a las óperas barrocas.

El tercero nos presenta dos escenas bastante diferentes. La primera culmina con un maravilloso dúo de Cendrillon y su padre (un excelente Laurent Naouri) para dar pie después al momento más mágico de toda la noche. En esta segunda escena, el hada madrina, brillantemente interpretada por Annick Massis, nos transporta a un bosque de chimeneas (recuerda la película de Mary Poppins pero sin los friega-chimeneas). Aquí los enamorados se reencuentran y se juran amor eterno en una escena preciosa, rodeada de magia e ilusión.

En el cuarto acto el cuento se resuelve, como todos conocemos, y todos viven felices y comen perdices.

Musicalmente es una obra que carece de aquellas piezas que podemos salir silbando la melodía, y al final deja un regusto de ser un cuento de hadas acompañado y explicado con música. A pesar de esto, la orquesta dirigida por Andrew Davis tiene también un papel destacado en el conjunto de la obra.

En resumen, una ópera muy recomendable, que te hace salir con una sonrisa y con la sensación de haber sentido la emoción de un cuento de hadas y haber vivido una noche mágica en el Gran Teatre del Liceu.

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