Dignificar el final inevitable

Celebraré mi muerte

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Celebraré mi muerte → Espai Texas
25/01/2020

Se trata de una apuesta muy original de teatro documental en el que el autor de los hechos y de la historia es el autor del texto y actor de la obra: Marcos Hourmann. El actor se representa a sí mismo y esto le añade fuerza y credibilidad.

La dirección de Alberto San Juan y Víctor Morilla transforman unos hechos que podrían ser contados en cinco minutos en una narración autobiográfica. Los hechos: un médico de urgencias ayuda a morir a una mujer en situación terminal. La narración autobiográfica: proyecciones de vídeos y fotografías de sus orígenes argentinos, de sus padres bailando tangos, aspectos de su infancia y adolescencia, la enfermedad y muerte de su padre. Los recuerdos personales emotivos y tiernos se alternan con detalles de la denuncia, la sentencia, su marcha a Inglaterra una vez aceptada su culpabilidad y rebajada la pena, las dificultades para encontrar trabajo en otros hospitales tras la difusión mediática del caso, el linchamiento por parte de los periódicos sensacionalistas ingleses, el miedo, la huida y el retorno.

Es una puesta en escena sencilla (una pantalla de proyección y una silla), dinámica, amena pero muy sobrecogedora. Con la narración de los hechos van apareciendo las voces de las preguntas del fiscal en el juicio, trocitos del programa de Jordi Évole o información y opiniones sobre la eutanasia.

Aunque no lo hago a menudo, me había leído el argumento en el programa de mano y conocía el caso por los periódicos. No compartía la manera de resolver una situación terminal. No entendía qué quería demostrar. Si fue un acto de valor, una provocación, un acto de inconsciencia o bien de ignorancia. Puede que hubiera un poco de todo en el hecho que llevó al Dr. Marcos Hourmann a ser juzgado y acusado de un delito por el que se le pedían 10 años de cárcel. Puedo discrepar en la forma de resolver la situación pero comparto plenamente la idea de que cada uno tiene derecho a decidir cómo quiere vivir, y naturalmente, cómo quiere morir. Y esta duda que se me planteó a mí, Hourmann lo resuelve mediante un debate público al final del espectáculo haciendo actuar de jurado a los espectadores sentados en las filas situadas estratégicamente encima del escenario. Los invita a escribir en un papel que encuentran debajo de su silla si creen que es culpable o inocente. Aunque, según explica Hourmann, la mayoría del público de todas las sesiones lo declaran inocente, el debate está servido y sigue con un coloquio que dirige él mismo.

He de decir que la participación del público fue sorprendente. El teatro estaba lleno a rebosar y esta obra agota las localidades por dondequiera que  va.

Celebraré mi muerte es una forma muy elegante y digna de desmitificar una situación inevitable.

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