La protagonista de Casa de Nines (20 anys més tard) se llama Nora. Aunque la podríamos haber bautizado Ester, Ana o Verónica. Y es que no hacía falta recurrir al gancho comercial Ibsen -aunque sea un cebo muy apetecible para el público- ya que la actual obra homónima bien puede sustentarse y referenciarse por ella misma. Por si fuera poco, tampoco parecía muy prometedor una primera escena basada en un burdo panfleto contra el matrimonio. Sin embargo, al desplegarse la obra, el texto demostró encarnar una riqueza de matices morales y filosóficos dignos de Ibsen. En ella, Nora (Emma Vilarasau) remprende el final de la obra del autor sueco, en el momento que reivindicando dignidad -como persona y como mujer- dio portazo a su vida y su familia. Y es ahora cuando Nora, 20 años más tarde, regresa a su antiguo hogar y pueda contrastar, a través del diálogo con Ramon Madaula, Júlia Truyol y Isabel Rocatti -a cual más espléndido- que quizá sí haya belleza en echar raíces conyugales, aunque estas limiten y puedan constreñir, y que puede ser que la independencia individual empuje a travesar el más árido de los desiertos. ¿Y la conclusión? Cada cual sacará la suya; la mía es que no hay modelos sociales a seguir, solo juicios y estigmas a derrumbar.
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