El peso de la historia y de la culpa es insoportable

Bruels

Bruels
26/11/2019

Bruels es un bramido de bestia acorralada, un canto desesperado a la muerte evitable. Bruels es un drama rural que recuerda a los de Víctor Català en el que en un mundo idílico rodeado de naturaleza desbordante pueden pasar los hechos más graves sabidos por todos pero no mencionados, ignorados y escondidos.

El drama está situado en el Empordà pero podría ser cualquier otro lugar rural. Es un relato en tercera persona de unos hechos acaecidos hace tiempo que se va intercalando con las descripciones en primera persona de los personajes que intervinieron directamente o a través de sus descendientes.

El autor y director de la obra Oriol Morales  Pujolar nos ha atrapado en esta fantasía escénica. Parecía complicada, desorienta al principio pero poco a poco van encajando todas las piezas.

Rebecca Alabert, Iona Balcells, Joan Marmaneu y Juan Pablo Mazorra forman parte de la Compañía “La Llarga” que nació hace cinco años y que ya ha estrenado unos cuantos espectáculos. Los dos actores y las dos actrices se mueven por el escenario muy bien coordinados, yendo del pasado al presente, del relato a la vivencia personal consiguiendo de manera admirable mover las emociones del público y acceder a su continuada atención.

Es especialmente remarcable la escenografía y la iluminación  de Ona Grau y Albert Ventura así como el diseño audiovisual de Aleix Plana.  La utilización de una cámara de vídeo que proyecta en una pantalla lo que está sucediendo en el escenario no es nuevo. Lo hemos visto en otros espectáculos en forma de varias proyecciones simultáneas que desconciertan y da la sensación de que te estás perdiendo algo. En el caso de Bruels, la proyección es única y las miniaturas sobre la escena nos recuerdan los cuentos infantiles, como dibujos sencillos que te sitúan perfectamente en el paisaje  y la historia. Alguna otra escena proyectada consigue que el espectador se introduzca en la trama.

Los largos silencios mantenidos expresamente en algunos relatos y la absoluta falta de música aumentan el dramatismo de la historia.

En conjunto, es un espectáculo redondo.

Esta obra ha recibido merecidamente el premio Adrià Gual de l’Institut del Teatre 2018.

 

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