Algunas historias tienen ciertos matices que sólo contadas con intimidad se pueden sentir: sonrisas que son sonrisas por compromiso, lágrimas calladas, tapizados de terciopelo y pintalabios en los dientes de una boca pintada. Detalles, tonalidades y riqueza que sólo el teatro y unos actores como los de Boquitas pintadas consiguen transmitir y hacernos empatizar. La querréis ver de cerca, pues tiene esa complejidad disfrazada de sencillez, esta máscara de historia simple y cotidiana que es, en realidad, esta acumulación de emociones y pasiones (calladas o no) muy compleja que es la vida.
Una estética retro, de serial de los años 50, con guiños en forma de números musicales, pero con un texto muy teatral, con la poesía propia de las canciones (en este caso con imágenes y metáforas de bolero y tango), y unos diálogos que nos transportan. Y con humor, ese humor de reír por no llorar.