Esta obra no tiene una estructura clásica de las obras de teatro: presentación, nudo y desenlace, pero tiene un argumento y es una historia con mayúsculas, es la historia de la mujer y su lucha por sobrevivir en una sociedad heteropatriarcal que quiere mantener a toda costa su poder sobre las mujeres.
Es una pieza que va deslizándose de una reflexión a otra con un hilo conductor: el twerk el cual aparece, desaparece y obliga al público a participar en el baile con el fin de transmitir una única idea: es preciso perder el miedo y la vergüenza para empoderarse.
Según explicó Ana Chinchilla actriz y profesora de twerk de Júlia Bertran, es una danza que proviene de una amplia familia de danzas africanas. A Colombia la llevaron los esclavos africanos y al mezclarse con las danzas locales, surgió “la Cumbia”. Muchas de las danzas son rituales de aparejamiento y el twerk con su movimiento insinuante de culo, es también una descarga de energía colectiva como la que nos hicieron sentir estas dos mujeres, una mezcla de colombiana y catalana, llenas de fuerza y feminidad. Nos mostraron este baile como una forma de expresión lúdica y libre
Mezcladas con el público, las dos actrices fueron narrando experiencias personales aliñándolas con reflexiones de autoras que han destacado por su activismo feminista.
Yo había leído a Brigitte Vasallo, que por cierto estaba entre el público, y muchos de los temas que iban saliendo (las brujas, las agresiones contra las mujeres, violaciones, humillaciones, defensa personal..) me resultaban familiares y habían sido objeto de reflexión personal en otras ocasiones pero lo que para algunos espectadores resulta obvio, para otros es revelador.
A mí me puso en contacto con Nerea Barjola. En su libro “Microfísica sexista del poder” pone de manifiesto la gran repercusión mediática que tuvo el triple crimen de las chicas de Alcasser y el objetivo que cumplía: una historia terrorífica patriarcal que alerta al resto de mujeres y las lleva al repliegue y a la culpabilización de las emociones, de las actitudes, de los placeres y de todas las actividades. Era un mensaje de terror que pretendía aleccionar. Así lo explicaban en una de las escenas. Este triple crimen se convirtió en un espectáculo mediático sin debate político en términos feministas. De todas las escenas, todas merecedoras de algún comentario, ésta es la que más me impresionó
De manera original y divertida, la Companyia Sixto paz, las dos actrices Ana Chinchilla y Júlia Bertran y el director Pau Roca nos regalaron un sinfín de ideas alrededor de la mujer, la aceptación, el orgullo y la defensa del propio cuerpo.