Que vivimos en un mundo machista es una obviedad que no hace falta ni comentar. El machismo se manifiesta de mil maneras, y en mil detalles. ASAP aísla situaciones cotidianas para mostrarnos en toda su crueldad el machismo imperante, asfixiante y cruel que vivimos.
Lo hace a través de caricaturas, exageradas, extraídas de contexto, donde unos personajes anónimos, nos muestran, a veces incluso con sentido del humor, que crueles pueden ser las relaciones personales.
Hombres violentos, verbalmente, pero con una crueldad afilada, punzante, hiriente, y mujeres sumisas, diciendo que sí, cuando querrían decir que no.
Y la pregunta es: ¿porque? porque no dicen que no. Porque siguen pegadas a hombres crueles, patéticos, y que hacen daño.
Y la siguiente pregunta es porque lo permitimos, porque como sociedad no nos plantamos. La obra incomoda y molesta, nos hace pensar. Y eso siempre es bueno.
Juega con un distanciamiento, con una frialdad subrayada por una escenografía austera, una interpretación contenida, pero contundente. Destacando Alba Pujol, y su sonrisa socarrona, que como toda la pieza nos deja un sabor amargo, y nos hace pensar porque no salimos a quemarlo todo…