En este momento esta obra está de gira por Catalunya. Yo había leído alguna crítica y tenía miedo de ver una historia sobre unos hechos vividos recientemente (los atentados de la Rambla, el referéndum, el 155 y las manifestaciones tras la sentencia de los presos políticos) y que todos recordamos muy bien. No necesito que me expliquen mi propia historia, no me hace falta que me los interpreten cuando cada uno de nosotros tiene su propia opinión. Pero me he fiado de la experiencia de Jordi Casanovas en argumentos de tipo político y la capacidad de Ferran Utzet como director. El tema era peligroso, pero ellos eran garantía de seriedad. Ha sido una agradable sorpresa. Es una “historia de comedor” que descubre las intimidades de una familia, las relaciones entre ellos y su historia como en La Boda de los pequeños burgueses, de Bertolt Brecht, o El llarg dinar de Nadal de Thornton Wilder, y más recientemente, Lo nuestro de Eu Manzanares. La mesa es el punto de unión alrededor de la cual salen el pasado y el presente, sentimientos profundos y las más fuertes pasiones. No es sólo una familia que habla del “Procés” bajo diferentes puntos de vista, no es únicamente la diferente manera de vivir unos y otros, el uno de octubre. Es la historia de una familia unida por el respeto y el afecto. Son cuatro historias que convergen en algunos puntos y se separan en algún otro momento, pero son cuatro historias muy distintas que conmueven, remueven y emocionan contadas mediante diálogos cargados de sentimiento y sinceridad.
Los hechos del octubre del 2017 sólo son un hilo conductor que reúnen a una madre, magnífica Míriam Iscla, un padre Abel Folk, espléndido en las diferentes escenas y cambios de rol del mismo personaje, un hijo, Francesc Cuéllar que llena el escenario con su apasionada juventud y una hija, Marta Ossó, serena, equilibrada y que sostiene muy bien el papel de la ecuanimidad.
Una obra redonda, eminentemente coral, con un lenguaje directo, sencillo y unos actores y actrices que bordan sus papeles alrededor de una mesa.