La premisa de A tots els que heu vingut promete mucho: ver desmoronarse el mundo entero de una viuda convergente después de la confesión de Jordi Pujol. Desgraciadamente, esta premisa se agota rápidamente y lo que queda es un montaje muy estirado (las dos horas de duración podrían quedar reducidas perfectamente a una sola), cargado de tópicos y golpes de efecto de manual, una ridiculización fácil de las señoras del Eixample y un costumbrismo amable y cursi.
Una oportunidad perdida.