La Barni nos vuelve a sorprender con una obra con un compromiso político, feminista y un trasfondo de la guerra civil y sus consecuencias. En esta ocasión es una coproducción con Cassandra Proyectos Artísticos y Lamarsó produce.
Con un texto de Eva Hibernia sobre las memorias de la escenógrafa Victorina Durán, Marc Vilavella hace una dirección espectacular aprovechando todos los elementos teatrales que conoce y domina.
Una vida desconocida por muchos de nosotros, olvidada injustamente. Gracias a la Hibernia y su recopilación, no sólo hemos conocido a la coreógrafa, escenógrafa y artista Victorina Durán, sino a todo un movimiento femenino que empezando en 1927 logró llevar al parlamento de la Segunda República cambios legislativos que se convirtieron en leyes, como el divorcio o el derecho a votar de las mujeres. Y es curioso que sabiendo tanto de la Residencia de Estudiantes de Madrid en la que se reunían toda la intelectualidad masculina del momento, no nos haya llegado la creación del Liceum Club Femenino al más puro estilo Safo. Llegaron a agrupar a más de 100 afiliadas luchadoras feministas activistas, artistas, escritoras. Entre ellas estaban Margarita Xirgu, Carmen Baroja, Matilde Calvo, Clara Campoamor, Zenobia Camprubí, María de Maeztu, Victoria Kent, María Teresa León, Rosa Chacel, María Zambrano, algunas de las cuales ostentaron cargos en la Segunda República.
Situados en los Rastro de Madrid, en medio de todo lo que se puede encontrar en él, Vilavella va bordando la historia de Victorina Durán. La puesta en escena es una maravilla, cuidada hasta el último detalle. Silvia Marsó y Gracia Fernández son Victorina y sus recuerdos. Dos voces maravillosas que se complementan y llenan de vida el escenario y la vida de Victorina. El juego es la base y ellas dos intercambiando papeles, cantando y dando vida a los diferentes objetos colocados estratégicamente en el escenario, hacen que la historia camine sin las dificultades con las que se encontraron Victorina y todas las mujeres de principios de siglo XX.
La música juega un papel importante. Le debemos a Gustavo Llull la composición, los arreglos y la dirección musical. Un piano (el propio Llull) y una viola (Laia Martí Torné/Patricia Torres) acompañan en directo a las dos intérpretes con la música más adecuada en cada momento: íntima, alegre o con las ganas de vivir y el ansia de libertad de aquellas mujeres valientes que sentaron las bases para una sociedad más justa e igualitaria.
