Cóctel genial de risa y reflexión

Una casa en la montaña es una pieza única, delicada, tan especial que no quieres que se acabe. Su originalidad la aparta de la estructura convencional del teatro.
Albert Boronat, escritor, director y actor de la pieza, ha creado un texto en el que se utilizan el catalán y el castellano y en el que encontramos filosofía, misterio, tono gore, poesía, thriller. La trama se mezcla con elementos formales que la elevan a una dimensión en la que se añade humor y sorpresa.
El texto gira, se atornilla y retuerce, hace bucles, adelanta y vuelve al punto de salida sin dar tregua. Va explorando caminos desconocidos y cada camino es una decisión distinta que podría haber cambiado el curso de la historia. Parece que el autor se divierte con este juego y logra contagiar ese divertimento misterioso.
Por la puesta en escena elegida (acertadísima) te sientes, como público, íntimamente ligado a la historia, a los personajes, a sus voces, a sus gestos. Estás inmerso en la historia y te hacen sentir a gusto, con ganas de participar. Es tan original que al principio podría hacerte sentir incómodo pero consiguen que te integres de tal manera que el público se deja atrapar en una red llena de sorpresas inesperadas. El espacio del Heartbreak Hotel es ideal para crear este clima de proximidad.
Los actores, Javier Beltran y Sergi Torrecilla, están espléndidos en la interpretación del texto y en la forma de desarrollarse dentro de la puesta en escena. Como los buenos oradores, se van dirigiendo a todo el mundo, uno a uno con la mirada y los gestos y todavía te hacen sentir más partícipe de la historia.
Son necesarias propuestas de este tipo para demostrar que el teatro puede ser algo más que un intento (siempre frustrado) de retratar a la realidad.