Las comedias románticas aportan al público una historia bonita y divertida donde dos personas, normalmente opuestas o que a primera vista no tienen nada en común, conectan de una manera inesperada y ven en la otra cosas que nadie más puede ver. Es esta mirada más allá la que hace que se enamoren o, más bien, encuentran en la otra una persona que les acompañe para el resto de su vida – o hasta un año después que se acabe el final feliz que se nos muestra. Pero, ¿qué pasa cuando la historia que decides explicar no quieres que esté basada en clichés y, además, quieres que sea realista? Que no es tan fácil como parece a primera vista…
Helena Tornero en esta obra sitúa a una escritora ante la tesitura de escribir una historia de amor y, con la ayuda de otras personas, intenta encontrar un inicio, nudo y desenlace que sea verosímil en la vida real. Pero su madre, a quien le prometí escribir este relato, no está de acuerdo con su punto de vista, porque precisamente las narraciones de este género tienen como objetivo ofrecer a los lectores o espectadores un cuento que, aunque bastante improbable, sea más o menos posible. Durante la elaboración de este texto, la escritora se colocará ante un espejo que le hará saber más de ella.
Divertida y muy amena, esta producción cuenta con el sello de Israel Solà en la dirección y eso se nota. El escenario está lleno de dinamismo, vitalidad y libertad de movimiento, unos elementos que impulsan la construcción del relato y lo elevan exponencialmente. El ritmo y la interacción entre los personajes es intrépido y acelerado, lo cual ayuda a que la obra sea vista como un momento fugaz y vital. Es esta, y las magníficas interpretaciones, las claves de esta producción.
La espectadora absorbe la información y se deja llevar por los personajes y por la narración, se divierte, ríe y se emociona con el relato. Este viaje emocional hace que esta obra sea una experiencia adictiva. Eso sí, hay algunas tramas abiertas que no se acaban de explicar o cerrar, que dejan un poco inacabado el texto y al público con ganas de saber algunas de las cuestiones que parecen clave para la motivación de la historia.
Absolutamente fantásticas y fantásticos están Ester Cort, Fermí Delfa, Sandra Pujol Torguet, Roger Torns y Teresa Vallicrosa, los y las arquitectas de la motivación y la alegría que se transmiten al patio de butacas. Sus ganas y fuerzas traspasan la producción y contaminan a la espectadora con su ilusión y pasión.
Diversas escenas sobresalen en este relato en la búsqueda del amor más cercano a la realidad. Pero si tuviera que elegir una sería, sin duda, el momento karaoke. No hay nada que demuestre más amor que ofrecerse a disfrutar de los posibles desafines y el mal gusto musical del otro.