Demasiado tiempo esperando, tanto, que había perdido la esperanza. Me perdí la función que hicieron en Temporada Alta y la de Manlleu, ligada al premio BBVA. A la del Capitol, para programadores, pues, claro, no podía ir. Y de repente, milagro de Evita! la obra resucita. Normal que tuviera tantas ganas: musical con ecos del de Lloyd Webber, una premisa delirante y magníficos nombres: Jordi Prat i Coll, Andreu Gallén, Jordi Vidal, Iván Labanda y Anna Moliner.
Hace (más) años, de vez en cuando en la tele, aparecía una noticia sobre una Iglesia Maradoniana, en Argentina. Imágenes con estética algo cutre y al principio pensabas que era de broma… pero en ese poco tiempo que duraba la noticia, te quedaba la duda de que tal vez los adeptos lo creían (la idolatría tenía todos los ingredientes necesarios: algo de patetismo e ilusión, de justificar los pecados del ídolo, de inseguridades y determinación total para defender lo sublime que (creemos) da sentido trascendental en nuestra vida.
Y de qué va este Requiem? Pues de asistir a la celebración semanal de adoración de Eva Perón. Con toda, toda la liturgia -no haremos spoiler-. Sin reírse de quien cree sino con una mirada cariñosa hacia estos inadaptados; ¿y es que no lo somos todos? Una gamberrada con tanta calidad como mala leche (A quién hacemos ídolos? Quién es cree un mesías?). Se nota que todos se lo pasan pipa. A veces estas propuestas tienen mucho de bromas privadas y pueden no conectar con el público. Aquí es al revés, todos nos convertimos en fieles sino de la iglesia sí de los adeptos.
Y todo ello con la vis cómica de Gallén, Jordi Vidal (una voz y dicción que no entiendo que no veamos más a menudo, aparte de la interpretación), Labanda aporta una Evita exagerada y cómica y Anna Moliner la contención simpatiquísima y calidad vocal extraordinaria, con ese don sede de conectar enseguida con el público, repleto de canciones de otros musicales y un buen rollo fabuloso. Una comunión, vaya.
Una obra que tiene que volver sí o sí. Y seremos mishones.