Detrás de Pares normals se mezclan conceptos o ideas del mundo del espectáculo que pueden parecer antagónicas o quizás contradictorias: la producción de Minoría Absoluta, la música de Els amics de les arts, la dirección de Sergi Belbel… Si a esto sumamos una autoría a muchas manos, además de las ideas de la productora, ya nos damos cuenta que lo que se ha querido crear es un producto de despacho, que pueda satisfacer a un público muy amplio y donde todo el mundo se sienta representado. El resultado evidencia, sin embargo, que a veces las fórmulas magistrales no funcionan en el teatro…
La obra empieza como una comedia nostálgica, con una premisa que esconde algunos secretos y anticipa sorpresas. Sigue como una comedia de situación con toques de fantasía (las apariciones de los padres, todos los momentos del aeropuerto, la llegada a Nueva Zelanda, etc.) y acaba como una comedia romántica, con final sensiblero y efectista. Todo como recién salido del laboratorio: un poco de aquí, un poco de allá… y finalmente unas cuántas canciones que nos conviertan toda la historieta en un musical.
Respecto a la música, justo es decir que contiene melodías que enganchan y tiene algún que otro leit motiv que da unidad. Pero no dejan de ser cancioncitas simples que no dan pie a grandes momentos por parte de los actores. De hecho, también tenemos que reconocer aquí que muchos de ellos no son expertos en musicales (Enric Cambray o Albert Pérez) y que los que sí lo son (Annabel Totusaus o Júlia Bonjoch) tampoco tienen demasiado recorrido para brillar y mostrar su experiencia.
En definitiva, un entretenimiento que puede tener una buena trayectoria en la cartelera pero que no acabará resaltando como uno de los mejores musicales de la temporada.