Ana Maria Ricart Codina me llegó a través de “El metge de Lampedusa” un teatro documental y crítico con la sociedad y también con “Encara hi ha algú al bosc” al mejor estilo de Svetlana Aleksiévitx, o “Barbes de balena” recorrido histórico a través de las fajas de nuestras abuelas, o la última, un profunda investigación de “La Víctor C” que aportó información sobre Catarina Albert desconocida para muchos de nosotros. En todas ellas, su formación periodística deja una huella clara y solidez a sus obras.
Obsolescència programada es un guion original que nos ha sorprendido por el cambio de rumbo. Según el programa de mano, y extrayendo la idea de que los electrodomésticos y otros aparatos necesitan ser eliminados del mercado para que el consumidor se vea obligado a comprar otro, la aplica a la mujer que ya no es útil para las misiones que la historia y la sociedad le han encomendado. Pero a parte de pequeños detalles que muestran la edad de la protagonista, la magnífica Victòria Pagès, la historia emprende su propio camino y se escapa de las manos de la autora. Me recuerda a algunos escritores cuando comentan que sus personajes van solos, la historia se va construyendo poco a poco por sí misma y los autores les siguen y les dan la libertad para encontrar su camino. En este caso, la autora permite un encuentro casual y absurdo de tres personajes, cada uno de ellos con su pequeño drama personal que coinciden en un momento de su existencia. Los unen las ganas de compartir pasados y sueños.
Lo mejor de la obra es la elección de los intérpretes. Gemma Martínez, actriz ya consolidada, nominada a Mejor actriz revelación a los premios de Teatro Musical 2011 por su papel de enfermera en “Pegados”, la asociamos sin querer a personajes cómicos como el mismo “Pegados” “Rosas de la vida”, “Dolors”, o “Ovelles”. En esta ocasión interpreta todos los papeles y demuestra, una vez más, su gran capacidad interpretativa. Albert Triola que compartía escenario con Gemma en “Ovelles”, nos conmovió en “Smiley, una historia d’amor” y entusiasmó en “Maremar”. Victòria Pagès forma parte de nuestras vidas desde que entró en casa con “Nit i dia”.
A los tres, Mónica Bofill, la directora, los mueve con cambios rápidos de escena y en un equilibrio entre humor, poesía, simbolismo y ficción construida a través de los recuerdos de cada uno.
Es una pieza amable, ligera en la que no ocurre nada, vas esperando algún hecho que se mezcle con los distintos gags pero, en el mejor estilo Beckettiano, Godot no llega.