El colectivo teatral La Jarra Azul cierra con esta obra su Trilogía del exilio, centrada sobre todo en tres barcos que llevaron centenares de exiliados españoles hacia tierras de América del Sur. Empezaron con Los niños de Morelia, que hablaba de un barco que trasladó a 456 hijos de republicanos hacia México, y siguieron con Winnipeg, el barco de Neruda, donde se explicaban los esfuerzos del poeta para llevar a Chile a varios refugiados que huían del régimen franquista. Ahora toca el turno de Massilia, que lleva directamente el nombre del barco que llegó a Argentina con un buen grupo de españoles.
Las tres piezas se han basado en la proximidad, la economía escénica y la sencillez formal, además de unos textos que intentan rebajar la pesada carga histórica y el lastre de los muchos datos que se mueven en torno a los hechos. Creo que el objetivo se cumple de sobras, pero tengo que decir que quizás he echado de menos –sobretodo en Massilia– algo más de profundidad y un retrato más centrado en quién habitaba el barco que en otros personajes satélite. Tiene gracia toda la anécdota del caballo de carreras, y entiendo también la metáfora que juega en todo ello, pero quizás se podía haber invertido algo más en otros aspectos… Sobre todo para no dejar, al final, más preguntas que respuestas sobre el tema central.
Las interpretaciones de los cuatro intérpretes (Júlia Molins, Laura Maria González, Lluís Marquès y Martí Salvat) son lo más exitoso del espectáculo, así como la habilidosa dirección de Nelson Valente. Gracias a la gran cantidad de recursos que pone en manos de los actores y actrices se puede conseguir un ritmo adecuado y una estructura proporcionada y equilibrada con el texto.