El mejor cumplido es que tras ver esta adaptación, me cuesta visualizar la obra como se había representado anteriormente, sin una cantante lírica como protagonista. Enorme acierto, pues, de Marc Montserrat-Drukker en la relectura del texto de Terrency McNally, ganador de un Tony, de recurrir a la autenticidad de María Bayo. La soprano, en la piel de Maria Callas, explica su pasión por el bel canto, el sacrifico y la gloria, estar siempre a prueba, la entrega total, la autenticidad…
Todo ello mediante las palabras de Callas pero también del canto, lo que da mayor verosimilitud a la master class. Y es que asistimos a una de esas lecciones que impartió en Nueva York en los ’70 a unos alumnos supongo que aterrorizados y fascinados por cantar ante la diva. La obra tiene dos partes que se entrecruzan: una muy relacionada con las artes escénicas, la más interesante para mí, donde Callas desde su elevada posición, enseña y reflexiona y otra anclada en su persona, la costosa transición de patito feo a convertirse en la Callas – con ese “la” que no se regala-, el triángulo de celos – amoríos y abandono entre Callas/Onassis/Jackie -ríete tú de las celebrities de hoy en día-…
Bayo soporta el mayor peso de la propuesta y si bien se nota que es su debut como actriz de texto, acabamos viendo a Callas en el escenario. La acompañan 3 alumnos y un pianista, que no quedan eclipsados por ella ya que, otro ejemplo de la autenticidad de la propuesta, su calidad artística es altísima (Júlia Jové, por ejemplo, es una perfecta alumna que aún ve la profesión como un juego mientras que Anna Alborch es una aspirante a diva).
A destacar, por magnífica, la vocalización y proyección de la voz (sobra decirlo) y el sonido en la sala, de los que embelesan e, involuntariamente, recuerda el margen amplio de mejora de lo que acostumbramos a recibir como espectadores.
En resumen, una propuesta diferente y de riesgo. No es fácil mezclar ópera, biografía y reflexiones sobre el arte, humor y drama, y obtener un resultado accesible, profundo y entretenido en el mejor sentido. Además, da para recoger decenas de frases lapidarias sobre el arte, los artistas y los espectadores. Y el añadido de poder disfrutar del canto de “la” Bayo.