A estas alturas del siglo XXI, aún siguen existiendo ciertos temas que socialmente se consideran tabú. Curiosamente muchos, me atrevería a decir que la gran mayoría, de esos temas de los que no se habla tienen que ver con la mujer, con lo que nos pasa, con nuestros momentos vitales, con no entrar en el marco que la sociedad patriarcal y capitalista tiene meticulosamente preparado para nosotras. Con callar más de la cuenta, con la soledad.
Malparida va de eso, de dar voz a una realidad silenciada, que últimamente ha subido el volumen, incomodando a cierto personal sanitario y a parte del sistema de salud: La violencia obstétrica. ¿Y qué es exactamente este tipo de violencia? Se refiere a las prácticas médicas no consentidas, agresivas, poco humanas o no informadas que se le realiza a una mujer en exploraciones e intervenciones ginecológicas. Hasta hace poco, diría que se consideraba como tal si sucedía dentro del periodo de gestación, parto y postparto, pero creo que llegadas a este punto, podemos extenderlo a cualquier momento de la vida sexual y reproductiva de las mujeres.
En Malparida vemos como una de las protagonistas, que ha sido madre recientemente, no es capaz de crear vínculo con su hijo, y se evade como puede para no afrontar la realidad. Esto hace tambalearse la relación con su pareja, que es quien se encarga del niño la mayoría del tiempo. Entra en juego un tercer personaje, una antigua amiga a la que hace mucho tiempo que no ve, que se presenta repentinamente y embarazada. El viaje que realizan juntos hasta el parto de su amiga es a la par doloroso y un acto de amor precioso. Esta historia principal se entremezcla además con varias mini escenas que nos hablan de la historia de la obstetricia y de cómo el patriarcado y el poder siempre se ha creído con potestad para velar por el interés de las mujeres, cuando en realidad solo velan por el suyo propio. Todo esto regado además con momentos de humor.
No quiero dejar de mencionar también a la creadora de tan bello texto, Laura Velazzi, que nos lleva por un viaje con sus palabras desde el amor, la rabia, el enfado, la ilusión y la belleza. Y a Ángela Palacios, que dirige con maestría al trío de artistas que brillan en todos sus papeles.
Les deseo un sold-out continuo a esta obra, y que esta pieza siga sirviendo para romper tabús, para mirar de frente un problema que nos afecta a todas y despertar consciencias tanto en las mujeres que ni saben que han sido víctimas de este tipo de violencia (tuve la suerte de que el día de la función había coloquio después, y un par de mujeres del público nos contaron que ese día, gracias a la obra, habían descubierto que habían sufrido estas malas prácticas); como en el personal sanitario que aún niega su existencia.