¿Quiénes son las personas invisibles de tu ciudad? Aquellas que se sabe que existen, pero a las cuales en ningún momento se las mira y se hace ver que no están. Todos los pueblos las tienen y ninguno quiere ponerles la mirada. No importan o eso quieren creer el resto.
Francisco Casavella en “El día de Watusi” hace una radiografía muy exacta de la Barcelona de los años 70 a los 90 poniendo el foco en estas personas invisibles, las que conforman la ciudad, pero a las cuales no se les mira a los ojos. Iván Morales coge el primer volumen de la historia y, en esta lectura escenificada del primer acto, nos presenta a Fernando, un adolescente que vive en las barracas de Montjuïc. El texto compacta un día entero desde que aparece una chica asesinada presuntamente por Watusi. ¿Quién es este personaje? ¿Qué ha pasado realmente? Este hecho sirve de excusa para explicar dónde y cómo vive Fernando y con quien se relaciona.
Con un montaje atrevido y potente, donde la música narra y atrapa, esta obra tiene muchas capas por donde perderse. Desde el retrato potente y apasionado de la ciudad, a la interpretación de cada uno de los personajes o la música que funciona como un latido de esta Barcelona. En la parte interpretativa hay problemas en el acento de un par de personajes, un pequeño obstáculo que debería ser solucionado ya que rompe en cierto momento el ritmo marcado.
Instrumentos y música en directo tocada por los intérpretes que van transformándose en cada personaje. Este elemento se convierte en un eje básico para la narración de la historia, va creando un marco emocional que prepara al público para todo aquello que tiene que venir. Y también divierte y arranca algunas sonrisas y algún que otro movimiento de pies involuntarios, que hace que la espectadora se vaya introduciendo en el mundo de Fernando.
Puesta en escena sencilla y más bien escasa, solo el vestuario y los instrumentos estructuran esta producción. Estas dos piezas, con la ayuda de los juegos de luces, ayudan a crear el universo barcelonés de las zonas más abandonadas.
Enric Auquer es Fernando y Àlex Monner es su capitán y compañero de viaje en este recorrido a la búsqueda de Watusi. Monner sorprende desde su primera intervención. Alejado de su persona se transforma completamente en un personaje muy marcado por su miseria y la lealtad que profesa a aquellos que han cuidado de él. Su Pepito roba el foco y atrae la atención del público hasta tal punto que eclipsa muchas veces a Fernando. Es su historia, pero también la interpretación que hace Monner. Auquer es todo pasión en cada palabra y gesto que comparte con el público. Se le escapa por cada parte de su cuerpo el chico adolescente que, muerto de miedo, intenta sobrevivir en un mundo que aún está descubriendo.
David Climent es una de los grandes descubrimientos de esta producción. No solo toca el cajón y canta perfectamente, sino que salta de un personaje a otro con elegancia y fuerza, dejando atrás todo lo que había hecho 5 minutos antes para convertirse en lo que necesita la historia.
Cuando Fernando llega al final de su relato, el público se queda curiosos y con ganas de saber qué personajes encontrará en su camino a partir de entonces. La espectadora se queda expectante y espera, impaciente, el siguiente volumen.