Hay obras que consiguen poner un espejo a una realidad que asusta, por su crudeza y la verosimilitud con aquello que conocemos de primera mano. Cuanto se tocan temas que nos interpelan, puede ser incómodo de ver, pero también un amanera de despertar una reacción o una respuesta necesaria.
En este monólogo Núria explica al público como de un día para otro, y después de siete años, se queda sin hogar porque el propietario del piso que tiene alquilado ha decidido no renovar el contrato y convertirlo en un alquiler temporal. Es decir, otro piso turístico más en la ciudad de Barcelona. Y es con este punto de partida que, con un pequeño ejemplo, el texto de Paco Gómez da voz a una práctica cada vez más extendida.
Júlia Truyol es el elemento más atrayente de esta obra sin duda. Su fuerza y compromiso con la historia que explica es un imán del cual nadie del público se puede desconectar ni un momento. Es ella la que consigue seducir a la espectadora y hundirla en un camino lleno de soledad, decepciones, tristeza, impotencia y rabia. Sin Truyol este texto no tendría ni la mitad de la potencia que tiene gracias a ella.
Un relato divertido y triste por la realidad que expone sin miramientos. Directo y tocando con los pies al suelo en la mayor parte de la narración, tiene hacia el final un desvío más fantasioso que, aunque podría haber funcionado, hace que el peso que tiene la historia se aligere y pierda fuerza. Su gran aliciente es saber que todo lo que se explica, por muy crudo que sea, está basado en la realidad y esta se convierte en una denuncia, una reivindicación. Cuando este relato huye hacia momentos más imaginativos y lejanos de la veracidad es cuando el público despierta del hechizo y se aparta de la conexión de tú a tú.
Es una producción muy interesante y excelentemente dirigida por Rubén de Eguía, que solo necesita cuatro elementos contados y un espacio reducido para embarcar al público en la inquietud de estar atrapado en una espiral de la cual no se puede salir. Una situación extrema de ansiedad por la pérdida del hogar que no mejora, porqué no se tienen herramientas y porqué nadie poderoso se opone a que la expoliación de la vivienda continue como hasta ahora.
Núria lo dice bien claro “la soledad se ha convertido en un producto gourmet que no me puedo permitir”. Y, si no se para, esta será la realidad de mucha gente.