Una pareja de desconocidos se encuentra atrapada en un ascensor. A partir de aquí Marc Artigau suelta la imaginación y crea personajes diversos y los hace caminar por la vida.
Es una sola historia presentada de forma ágil, divertida con un ritmo perfecto y utilizando el flash back o la posibilidad de hacer creer que las cosas habrían podido ir de otra forma.
Describe muy bien con ironía el momento del cosquilleo en la barriga, del ridículo del enamoramiento y de la risa idiota que éste produce y también de las aventuras que se van viviendo, de las sorpresas, de las pérdidas y de los duelos. Y lo hacen compartiendo sus vivencias con el público con apariencia de conversación o incluso haciendo preguntas sobre la trama o sobre los temas que se van desarrollando y, sin ser una conversación, crea la sensación de conexión real.
El guión hace giros, cambios rápidos de situación, va adelante y atrás, salta, vuela, gira con toques de humor y momentos de una infinita ternura que mantienen la atención constante del espectador. Los personajes, representados por dos magníficos intérpretes, Miki Esparbé y Maria Rodríguez parecen elegir in situ cómo debe funcionar la trama.
La gracia de la dramaturgia de la obra es que parece que no la haya sino que los personajes van por libre como si ellos mismos estuvieran construyendo la obra allí mismo.
Un espacio muy sencillo, una mancha negra en el suelo como la caja del ascensor y el resto es un espacio abierto sin demasiados elementos para sujetar la historia. Ambos intérpretes van cambiando de personaje y se pueden mover por el espacio y el tiempo que ellos han construido.
Muchas felicidades a La compañía La Brutal por esta obra divertida, original y auténtica.
Algunos llorando, otros riendo, el público que llenaba la sala a rebosar se puso de pie en las primeras rondas de aplausos.