La versión de Les criades (las criadas) de la innovadora compañía coreana Sadari Movement Laboratory es, probablemente, una de las propuestas que más expectación ha suscitado en el Festival Grec de este año. Esta circunstancia, como ha pasado otras veces, puede jugar a favor o en contra de la opinión generalizada pero, en cualquier caso, seguro que es el espectáculo del que todo el mundo hablará. La obra mezcla el método teatral de Jacques Lecoq con la danza tradicional coreana, obteniendo, pues, una puesta en escena que potencia el trabajo físico de las actrices, aunque también dejando su espacio al texto de Jean Genet. El resultado es un montaje que destaca esencialmente por su delicada belleza. El universo de estas dos muchachas que juegan a convertirse en la dueña coge un tono oscuro y psicológico donde la música, la iluminación y la escenografía apuestan por el simbolismo con gran efectividad. Quizás en trabajo corporal no es tan portentoso como, quizás, se podría (equivocadamente o no) esperar; sin embargo, la expresividad facial es, de verdad, fascinante. Corta en duración y cristalina en el mensaje, la pieza logra que el mundo mágico nacido de la frustración de las dos miserables protagonistas llegue al espectador, le hipnotice y le emocione.
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