Esta es una obra que habla de la guerra y de sus consecuencias, de ética periodística y personal, de prioridades en la vida… pero sobre todo habla de relaciones humanas y de personas que son zarandeadas por su entorno, afrontándolo con valor y con todas las contradicciones e incongruencias que os podáis imaginar. La historia de los dos reporteros de guerra comporta un marco muy determinado, pero a Margullies no le interesan sus gestas sino su intimidad. Por eso los recluye en un loft de Manhattan y los obliga a enfrentarse a historias cotidianas y a un día a día al que no están acostumbrados. Y aquí es donde el autor se encuentra más a gusto, porque tal como ha demostrado en otros textos (Cena con amigos) las relaciones de pareja son realmente su punto fuerte.
Julio Manrique, que a cada nuevo trabajo da un paso más para convertirse en un director de referencia, ha vuelto a acertar con el planteamiento de la obra y la excelente dirección de actores. La atención por los pequeños detalles, el cuidadoso trabajo de iluminación, la selección musical y la construcción de un decorado aparentemente confortable (era muy importante simular que los actores se encuentran como en casa) acaban de hacer el resto. Sin ningún tipo de duda, un trabajo redondo y otro éxito indiscutible de La Brutal.