La compañía de danza La Taimada (El vuitè dia, Lo.li.ta / La mort, Infern) siempre se ha caracterizado por un lenguaje duro y unas imágenes impactantes. El suyo es un lenguaje a menudo inspirado en la frialdad y en la contundencia de la ciencia ficción cinematográfica, con Kubrick como referente involuntario. Es por eso que El jardí, a pesar de basarse inicialmente en El jardín de las delicias de El Bosco, no esconde esta influencia y exhibe desde el inicio unos personajes que nos llevan a un futuro quizás próximo, pero futuro a fin de cuentas: el niño que juega con la realidad virtual, los guardianes que con máscara de gas incluida se dedican a preparar y esterilizar el espacio donde pasará todo, etc.
Y cuando todo ya está a punto, Olga Álvarez i Jordi Cavestany –los coreógrafos y responsables de la compañía- nos presentan a los hombres y a las mujeres que se someterán a la experiencia. Unos personajes que representan una sociedad plural y diversa, pero igualmente confundida y expuesta a un mundo implacable. Es cierto que pronto aparecerá el sentimiento, el deseo, la voluntad de relación entre los cuerpos, pero todo sigue siendo aséptico y tremendamente básico (las batas de hospital, la utilización de los pañales). Una especie de orgía de un mundo postapocalíptico en el que la sexualidad y los deseos ya tienen otro sentido muy diferente…
Evidentemente, esta percepción es una de las muchas que se pueden extraer, puesto que en un espectáculo como este todo está preparado para que cada cual saque la suya. Y no todo el mundo podrá conectar quizás con el ritmo pausado, la repetición de acciones y las pautas que se proponen… pero si lo llegan a hacer seguro que algo despertará una larga lista de referencias visuales y emocionales. El espectáculo, sin ningún tipo de duda, no deja indiferente a nadie.