A priori, la historia de una mujer irlandesa atrapada en el pequeño pueblo de Leenane, en la comarca de Connemara, que cuida de su madre no es una trama muy atractiva. Hasta que sabes que el texto es de Martin McDonagh, que forma parte de la trilogía de La calavera de Connemara y The lonesome West, que la produce La Perla 29 y que Julio Manrique la dirije… aquí, la cosa ya cambia.
En Irlanda, Francia, Cataluña o cualquier sitio del mundo podría trasladarse esta historia que habla de conformarse con la vida que se tiene porque no se podrá conseguir nada mejor, pero también de manipular y utilizar a los de tu alrededor para que nada cambie. Que te mereces la vida que tienes, aunque no sea así, para bien o para mal. Eso es lo que le pasa a Maureen y su madre Mag Folan. La primera siente que está en deuda con su madre, a la que cuida y vela, aunque no la soporta, y la progenitora utiliza el sentimiento de culpa de su hija para retenerla a su lado y hacerla infeliz. Pronto entran en juego dos vecinos, Pato y Ray Dooley, que son un ejemplo claro de la sociedad de la época. Marcaran un antes y un después en la vida de las dos mujeres.
Ya la puesta en escena es toda una experiencia, y es que Manrique sabe cómo hacernos la boca agua solo empezar con la obra. El comedor de una pequeña casa irlandesa, con todos los elementos que detallan la época y la situación económica de la familia. Cada objeto ayuda a retratar la personalidad y las vivencias de los personajes que viven en esta casa. Desde la serie que ven en la televisión hasta el bacalao con mantequilla que Maureen compra para su madre. ¿Y la música? Es un elemento diferenciador en todas las obras dirigidas por Manrique. Ayuda a crear, una vez más, una atmosfera real entorno a la historia y la evolución de la trama y los sentimientos que se van sucediendo.
Se agradece que Manrique utilice su visión cinematográfica de las historias en sus montajes. Ayuda a crear una relación directa entre texto y espectador, a veces difícil de conseguir con textos más complejos o arriesgados.
En cuando a la parte interpretativa, Marissa Josa nos pone a prueba la paciencia con su Mag. Le da tanta veracidad que, a veces, empatizamos con la rabia de su hija. Marta Marca mejora en cada papel que le llega a su alma. Cuando piesnsa que no puede dar más, que ha llegado a su cenit, nos descubre que aún hay muchas vidas en las cuales se puede adentrarse y perderse. Qué placer verla en el papel de Maureen. Para aquellos que aún no hayáis descubierto la maravilla de actor que es Enric Auquer, en esta obra tenéis una nueva oportunidad. Su personaje es un caramelo en sus manos, lo moldea y lo hace suyo con una facilidad impresionante. De Ernest Villegas solo decir que su trabajo es impecable, como siempre, deshaciéndose con el personaje y sus vivencias.
Una historia pequeña pero intensa –con momentos dramáticos y también cómicos- que nos traslada a un mundo íntimo y viciado, donde el egoísmo y la incredulidad tienen un papel muy importante. Parafraseando a Neil Diamond, “Dulce Maureen, los buenos momentos nunca parecen tan buenos…”.