Ir al teatro y salir con la sensación de que algo se ha movido por dentro, con la mezcla de emociones latentes que necesitan de un tiempo a cielo abierto para reposar e integrar, este ha sido el regalo de esta obra, La Infamia.
Esta es una historia real, un pedacito de vida trascendente y relevante de la biografía de Lydia Cacho.
Un viaje pavoroso desde Cancún a Puebla.
Lydia Cacho es periodista y activista mejicana que trabaja incansablemente por los por los derechos humanos y en particular por los derechos de las mujeres y la infancia en su país.
Esta obra es imprescindible para reivindicar de cerca las realidades que parece que solo existen de pasada en algún telediario.
Siempre es así, cuando ponemos nombre, recuerdos, familia, sueños y anhelos… un número pasa a ser un ser humano, pasa a ser realidad, y éste, acude raudo a ese asiento de la tercera fila del teatro donde ya nada puede ser neutro e indiferente.
La obra nos traslada a la experiencia de un viaje asfixiante eso sí, con treguas en la narrativa donde tomar aire y descansar antes de volverte a sumergirnos en la incertidumbre. Esta dificultad interpretativa lo encarna magníficamente Marina Salas donde durante 90 minutos se entrega generosamente en cuerpo y alma a la interpretación.
La obra, abrazada por una escenografía milimetrada, sostenida por imágenes de cámara que permitían vivir con una sola voz todos los registros.
Impactante y necesaria