La fuerza del Carmina Burana hace que a veces exceda su vertiente musical y acabe convirtiéndose en un espectáculo total. Ya puede ser a través de la danza, como la versión que hizo el Ballet de David Campos ya hace unos cuántos años, o a través de los elementos de la ópera moderna, como hizo La Fura dels Baus en el 2009 y en todas las reposiciones que ha habido desde entonces… y hasta ahora. Se trata de un espectáculo con música en directo, un coro de 16 voces, cuatro solistas y un cuerpo de baile que rellena con movimiento algunas escenas. Tenemos grúas, un gran depósito de agua, muchos efectos de luz y unas proyecciones que acaparan mucha atención durante un buen rato. Es decir, el sello de La Fura al que tanto nos hemos acostumbrado.
Se nota que en su momento, ahora hace casi catorce años, el montaje tenía que lucir muy moderno y rompedor… pero también está claro que ahora mismo ha perdido parte del efecto sorpresa y de la magia. Sigue habiendo momentos impactantes, pero los recursos ya están demasiado vistos y nos recuerdan que el tiempo no ha pasado en vano. Es cierto que son recursos muy propios del grupo, y nadie podrá quitar nunca el mérito a La Fura de haber inventado un lenguaje propio y de haber renovado la forma de escenificar la música clásica, pero también hay que señalar que en los tiempos que vivimos todo queda superado o desfasado muy rápidamente. La estética del espectáculo –apostando por cierta fealdad- también peca del mismo mal, y en conjunto acaba siendo desvaída o poco cuidadosa.
Sea como sea, el espectáculo se disfruta por la fuerza de la música de Carl Orff, por la calidad musical y vocal del conjunto, e incluso por cierta nostalgia vintage hacia montajes que nos resultaban innovadores ya hace bastante tiempo.