Iván Morales da su salto al teatro comercial con un divertimento lleno de humor negro y «políticamente incorrecto» (aunque al final recurre en demasiadas ocasiones al chiste fácil y pasado de moda sobre «maricones» y «subnormales»). Para hacerlo, se acompaña de dos de los actores jóvenes con más proyección ahora mismo: Pol López y Oriol Pla. El primero construye un entrañable perdedor alcohólico que vive en un pueblo donde nadie le cree, mientras que el segundo, a pesar de exhibir una técnica de clown que ya la querrían muchos, acaba pasando de vueltas|bóvedas un personaje con poca sustancia.
El resultado es un espectáculo que hace reír, que entretiene y que está bien hecho, pero que no pasa de aquí.