Siempre me han provocado interés las obras que empiezan por el final (o la mitad de la historia) y desde allí, flashback (El crepúsculo de los dioses). Valoro mucho el mérito de la dramaturgia o narrativa en explicar algo que sabemos cómo termina y que aún así nos atrape, conocer los hechos y los porqués más que la consecuencia.
Esto encontramos -bueno, un poco, en Karen-, con registro de intriga familiar y tintes policiales, con texto de Ever Blanchet y dirección de Marta Gil Polo. No nos muestran de inicio el final, sino las consecuencias de unos hechos -que desconocemos- que ocurrieron hace 13 años y transformaron totalmente las vidas de los protagonistas y los personajes ausentes. Iremos descubriendo, pues, en una tensión creciente, a dos matrimonios acomodados, de clase media, sin más problemas que los cotidianos, a quienes sus hijos (¿ambos? ¿Uno de ellos? ¿Cuál?) trastornaron su equilibrio vital. Hechos oscuros y trágicos, silenciados y 13 años después, un reencuentro, con heridas, silencios, algún reproche y, al mismo tiempo, comprensión.
Cierto, hay detalles o subtramas que no acaban de encajar o no se explican o yo no he entendido (¿el animal disecado? ¿Cómo uno de los implicados acaba formando parte de una de las familias afectadas?) pero lo cierto es que la historia no deja indiferente, la trama avanza con suficiente ritmo e interés, la intriga está presente y las interpretaciones, en general, son muy apreciables y combinan en un también destacable trabajo de movimiento, casi coreográfico.
Más allá de la intriga para saber qué pasó, Karen plantea reflexiones sobre cómo se afrontan las consecuencias de los actos de los hijos. ¿Hay redención sin condena? ¿Es imposible para unos padres no exculpar siempre a sus hijos? ¿Harán todo lo posible para que salgan lo mejor parados posible y eludan las consecuencias de sus actos? ¿Qué sacrificios harán para ayudarles?