Capricho de estrella

Jorge Javier Vázquez: Iba en serio

Jorge Javier Vázquez: Iba en serio
31/07/2016

A menudo se critica que estrellas de la televisión poco o nada vinculadas al mundo de los escenarios protagonicen espectáculos a pesar de su falta de experiencia y, normalmente, carencia de talento interpretativo. A nivel comercial, la popularidad permite este tipo de experimentos. Hay que tener en cuenta, no obstante, por verle también el lado positivo, que este tipo de propuestas atraen a un público que raramente se anima a ir al teatro y hay que reconocer que esto tiene su mérito. De este modo, que figuras populares como, en este caso, Jorge Javier Vázquez sirvan de reclamo para que nuevos espectadores vayan a ver una obra no es tan horrible como parece, ya que (nunca se sabe) quizás, una vez roto el hielo, esta gente se atreva a partir de entonces a ir más a menudo (e, incluso, ver otras cosas).

Esto no quita, por otro lado, que Iba en serio no sea más que un caro capricho de un rostro popular al que le apetecía cantar, bailar y actuar ante una platea llena de admiradores. El problema de este lujo extravagante es que la base narrativa que escoge es su propia biografía (en un ejercicio de egocentrismo importante) y, claro, ésta no tiene nada de interesante. Quizás los fanáticos del presentador quieren saber cómo era él de pequeño, cuál era la relación con sus padres, cómo perdió la virginidad o cómo salió del armario. Pero el caso es que esto no es una entrevista del Sálvame Deluxe, es una obra de teatro y, valorada como lo que es, resulta insustancial y anodina. Su historia es la misma que la de cualquier chico homosexual de barrio. En ningún momento se consigue universalizar y, además, se deja de lado aquello que más nos podría sorprender: las entrañas del mundo de la televisión.

De lo que se trata, pues, es de hacerse un autohomenaje donde todo es gratuito, los diálogos son aburridos, la selección musical es casposa y nada tiene ningún valor dramático. Vázquez se muestra poco natural y perdido en medio de una maquinaria que le viene demasiado grande. No sirve excusarlo apelando al mérito que tiene cantar y actuar por primera vez. No nos encontramos ante un concurso para aprender nuevos talentos o de nuestro hijo en su primera función escolar. Se trata de un montaje profesional al precio de un montaje profesional donde su protagonista, valorado como uno más de la profesión, ni canta, ni baila ni actúa bien.

Sólo Kiti Mánver consigue aportar un poco de calidad a este envoltorio con olor a naftalina que, claramente, no merece ni su esfuerzo, profesionalidad ni su talento.

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