Hace escasamente tres meses los Premios Olivier, los más prestigiosos del Reino Unido en ámbito teatral, condecoraron a Gegant como la mejor obra del año. Además, John Lithgow y Elliot Levey ganaron los premios a mejor actor principal y de reparto por la misma. Ha estado, sin ningún tipo de duda, una de las sensaciones del año, sobre todo por tratar un tema tan actual y controvertido como el del antisemitismo. A pesar de que la historia intenta explicar cómo el autor británico Roald Dahl (Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, Las brujas) se vio implicado en los años ochenta en un escándalo por culpa de unas declaraciones contra Israel y la comunidad judía, se hace difícil no establecer paralelismos con el momento actual.
La obra juega muy hábilmente con las declaraciones de los personajes e intenta que el público escoja de qué lado está. Todos pueden esgrimir sus argumentos en esta batalla dialéctica en la que destaca la amargura y el cinismo de Dahl, un personaje digno de alguno de sus cuentos. En este sentido, Josep Maria Pou hace una interpretación realmente sublime y matizada del escritor, consiguiendo uno de los hitos máximos de su carrera. Lo acompañan con igual solvencia una muy esforzada Clàudia Benito en el papel antagonista, unos siempre eficaces Pep Planas y Victòria Pagès, y unos correctos Aida Llop y Jep Barceló.
A pesar de una duración excesiva, el retorcimiento dialéctico de algunas escenas (se pasa del acuerdo al desacuerdo, o de la euforia al pesimismo, en cuestión de segundos) y alguno que otro personaje sobrero, podríamos decir que estamos ante uno de los ejemplos más recientes y más brillantes del teatro de texto anglosajón. No os la perdéis. Invita a la reflexión y al debate, aparte de mostrarnos un trabajo teatral de primera.