El arte argentino de escenificar las emociones disfuncionales

Emilia

Emilia
21/10/2014

Claudio Tolcachir vuelve a la cartelera barcelonesa después de habernos deleitado el año pasado con la maravillosa El viento en un violín dentro del Festival Grec. En esta ocasión, el argentino vuelve a centrarse en el núcleo familiar, pero lo utiliza para hacer una espléndida disección de la inmadurez emocional. Y es que en esta obra, los cinco personajes que aparecen tienen grandes dificultades para gestionar sus propias emociones, convirtiéndose en víctimas de ellos mismos y en una bomba de relojería para todos. Así, ninguno de ellos es consciente de su carencia, la que provoca que se arrastren los unos a los otros en una espiral enfermiza de emociones disfuncionales.

En la misma dirección, hay que destacar el gran trabajo que se ha hecho con la escenografía, la que se encuentra cargada de significado metafórico. No es gratuito, pues, el presentar una casa sin paredes, totalmente vacía y con los muebles colgando, resultando ser ésta el complemento perfecto para el texto. Por otro lado, nos encontramos con unas interpretaciones que están totalmente a la altura del texto, las que nos muestran con minuciosidad las emociones disfuncionales de sus personajes, transmitiéndonos perfectamente la rabia, el descontrol o la pasividad con que éstos se mueven. De hecho, el director y los actores forman un gran tándem que lleva al espectador a presenciar una montaña rusa emocional sobre el escenario que a menudo se transforma en unos autos de choque. Así pues, no hay duda de que se trata de una obra potente y sobrecogedora que va entrando poco a poco en el espectador hasta que consigue sacudirlo, provocando que se pregunte si realmente sabe llevar sus propias emociones lo mejor se piensa.

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