Jane Austen es reconocida y recordada por Sense and sensibility que se llevó al cine en 1995, Orgullo y prejuicios en 2004 o la inquietante novela La abadía de Northanger. Mientras esperaba la publicación de esta última, a principios del siglo XIX, Jane Austen empezó a escribir The Watson que dejó inacabada.
¿Cómo habría sido el fin de esta novela? Laura Wade es una dramaturga británica actual que aceptó 200 años más tarde, el reto de adaptar al teatro la novela inacabada de Austen y que fue presentada en el Festival Theatre en Chichester en 2018. Wade se adentra en la aventura de imaginar cómo habría sido el final de la novela de Austen. Algunos autores como Maria Guasch o Ramon Solsona, en la presentación de sus libros comentan que cuando escriben, la novela camina sola y son los personajes los que deciden el final. Laura Wade nos propone esa idea convirtiéndose ella misma en personaje de su propia obra.
La obra comienza en un ambiente entre georgiano y victoriano en la casa de los Watson que se llena de gente para asistir a un baile en honor de la hija pequeña, Emma (Laia Manzanares), que vuelve a casa después de haber vivido 13 años en casa de una tía. Era frecuente en aquella época que algunas personas acomodadas, familiares o no, acogieran bajo su tutela a niños o niñas de familias recomendadas para darles una educación adecuada. De hecho, la propia Austen fue enviada a la casa de una señora en Southampton. Quizás el personaje de Emma es autobiográfico.
Al mejor estilo austeniano, la novela presenta esta sociedad acomodada rural del siglo XVIII con todas las convenciones, costumbres y represiones.
La hermana de Emma, Elisabeth (Paula Malia) la va poniendo al corriente de todas las personas que van a asistir a la fiesta, sus fortunas, sus caracteres, al que puede elegir como marido y los que no son aconsejables. Un plot twist provocado por Laura Wade desencadena una tormenta de acontecimientos. El argumento va dando giros argumentales de forma divertida y muy ocurrente, en algunos momentos sarcástico e irreverente pero con la velocidad adecuada para que podamos seguir el hilo y reír de las situaciones más cómicas.
La dirección magistral de Josep Maria Mestres lleva a todos los y las intérpretes a su máximo esplendor dentro de la coreografía de Paco Azorín, sobria y elegante. Una producción que merece el éxito que está cosechando.