Un padre y sus dos hijos, ya mayores, vuelven a uno de los paisajes del pasado para revivir aquello que los separó y que generó una serie de traumas y problemas mentales. Intentan recuperar el instante concreto y buscan respuestas sin saber demasiado bien cuáles son las preguntas a hacer… El padre espera un castigo por los años de desatención, la hija remueve cielo y tierra para obtener un poco de amor y el hijo parece estar al margen de todo, como si no fuera con él todo lo que pasó. Y es precisamente esto, lo que pasó, la clave y el desenlace de toda la pieza. Unos hechos que tendremos que imaginar, que suponer, pero que son decisivos para entender el mensaje de incomunicación e incomprensión que nos quiere aportar David Plana.
La pieza, que se podría mover entre un plan realista y otro de más metafórico, se ha vuelto a manos de la directora Lucía Del Greco en una especie de sueño enfermizo donde las imágenes oníricas y la gestualidad se convierten en auténticas protagonistas. Quizás aquí se dan las principales diferencias que ha habido entre el autor y la directora, puestas de manifiesto en la presentación del espectáculo. De hecho, cuesta encontrar el estilo de Plana (Mala sang, La dona incompleta, Paradís oblidat) viendo la puesta en escena. El autor acostumbra a jugar con argumentos que crean cierto malestar, pero casi siempre con una mirada irónica y un sentido del humor muy especial que lo impregna todo de arriba a abajo. En Els encantats se nota que todo esto también está, pero la apuesta escénica lo esconde o lo enmascara… quizás porque Del Greco, a quién descubrimos en la notable El desig del cor, ha escogido el teatro visual por encima de otras fórmulas.
Con todo, hay que decir que la propuesta es original y tiene sus virtudes, tanto actorales como estéticas. Especialmente meritoria es la escenografía de Pol Roig y la iluminación de Cube.bz, a pesar de que a ratos el juego del agua sea un poco excesivo y reste atención a lo que realmente importa… En definitiva, una propuesta singular y polémica, de las que también se tiene que nutrir la cartelera de vez en cuando.