La burguesía catalana, y supongo que la de muchos países occidentales, ha tenido tradicionalmente sus castigos. Este tipo de peaje que han tenido que pagar por su ambición y la acumulación de riqueza ha venido, casi siempre, por parte de los hijos. Antes les salían comunistas o hippies, y ahora les salen gays, okupas o concienciados con el medio ambiente, la igualdad de género, el desarme, etc. Esto ha dado pie a incontables tramas cinematográficas y teatrales, en general en forma de comedia. Els Brugarol forma parte de esta tradición de teatro costumbrista; eso sí, actualizado y ubicado a Sabadell.
Ramon Madaula ha construido un texto pulido y bien armado que ganó el año pasado el premio Josep Ametller de Teatre. Su construcción, y sobre todo el giro final, lo alejan del típico teatro de bulevar, o vulgarmente dicho teatro de «tresillo». Ahora bien, no nos tenemos que engañar, estamos ante un teatro que tiene sus reglas y sus personajes arquetípicos. El mismo Madaula interpreta al patriarca de una rica familia de Sabadell que empezó con el comercio de esclavos en Cuba para seguir después con las fábricas textiles y, desde hace unos años, con la creación de dispositivos electrónicos. Su interpretación es impecable, convenientemente matizada y sobre todo juguetona. Se permite incluso hacer guiños a maestros como Joan Capri, y encarar una parte final donde la transformación nos demuestra que estamos ante un gran comediante. En definitiva, un gran actor.
Es cierto que el conjunto nos puede parecer, a ratos, un poco anticuado o convencional. Incluso la parte crítica, que la hay, queda excesivamente suavizada, aunque no se puede negar que como artefacto cómico funciona a las mil maravillas. A juzgar por la reacción del público, se prevé que habrá Brugarols por mucho de tiempo…