Para una obra espectacular, Lluís Pasqual nos propone un montaje impactante, fabuloso y mágico en el Teatre Lliure de Montjuïc. Ha optado por una escenografía minimalista construida a partir de tablones de madera que se mueven de un lado para otro a diferentes alturas. El escenario, una tira de parquet alargada con una grada en cada lado, está despojado, pero no echamos nada en falta. Hay un elemento clave que lo llena todo: la luz. En este Lear, la iluminación se vuelve primordial para crear ambientes y espacios diferenciados. El otro elemento clave de este montaje es la música, un sonido en directo que nos acerca al Shakespeare original: el del Globe Theatre.
La iluminación y la música son los dos activos más importantes de esta producción de El rei Lear, y si sumamos las antorchas de fuego que aparecen en la primera escena —fuego real, se notaba el calor desde la grada—, la cosa se vuelve casi mística. Yo me sentí como si me hubiesen transportado a un teatro medieval y la sensación fue absolutamente mágica.
En segundo lugar cabe destacar el elenco de actores, integrado por 25 intérpretes maravillosos de los que no destacaría ninguno porque todos lo hicieron extraordinariamente bien, desde Núria Espert, Teresa Lozano, Jordi Bosch o Ramon Madaula, hasta Julio Manrique y David Selvas. Hay que felicitar entusiásticamente a Lluís Pasqual por este Lear colosal que nos dejó clavados en la silla y nos transportó literalmente a la época de Shakespeare.
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