Florian Zeller es un joven dramaturgo y novelista francés que hace años que disfruta de un notable prestigio en su país… y también fuera de él. No hay que olvidar que sus obras se han traducido a varias lenguas y que pronto nos llegará a Barcelona el estreno de otro de sus grandes éxitos, La mare, con Emma Vilarasau. En cuanto al texto que ahora nos ocupa, tengo que reconocer que no me sorprendió ni maravilló. Juega con la repetición de escenas, los puntos de vista y la confusión, para acabar tratando el tema de Alzheimer -un tema muy recurrente en los últimos años- como si se tratara de un thriller. Sea como fuere, todo ello no lleva a ningún lugar concreto ni da ninguna resolución a los conflictos, sólo los apunta. Eso sí, todo se presenta con diálogos contundentes, frases que parecen sentencias y una opulencia formal, muy al estilo de la pièce bien faite que tanto gusta al público francés.
El montaje de José Carlos Plaza peca, además, de un ritmo que retarda la pieza y la lastra casi desde el principio. Las actuaciones también se ven afectadas en general por una cierta desidia, con la excepción del gran Héctor Alterio. La función parece hecha, tal como hemos visto en otras ocasiones, alrededor de su figura. De hecho, si tenemos que juzgar por la reacción que tuvo el público la noche del estreno parece que estemos ante un homenaje, más que de una representación cualquiera. No hay que olvidar que Alterio tiene 87 años y que representar cada noche este papel supone un desgaste considerable que merece todos los respetos…