El estigma social impide la reconciliación

Dirrrty Boys

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Dirrrty Boys → La Villarroel
30/09/2022

Con una estupenda puesta en escena, Las Bestias, compañía que se fundó durante la pandemia, producen bajo la dirección de Àgata Casanovas esta horripilante historia que trastornó a Europa durante los años 90. Ella saca lo mejor de los dos actores noveles: Martí Cordero i Sergi Espina, los cuales, dando muestras de una excelente forma física y expresión corporal y utilizando como único elemento escenográfico un montón de colchones, hablan, gritan, lloran y se acercan a nosotros haciéndose cada vez más cercanos.

Es una obra de teatro documental, muy bien documentada por cierto y que está basada en una historia real que se extendió por todos los medios informativos y divulgativos hasta el punto que un cortometraje sobre los hechos fue nominado al Óscar. La madre de la víctima recogió firmas para que se retirara del certamen: por venganza, por vergüenza, por pudor, por respeto a su intimidad, por rabia, para evitar el protagonismo a quienes le habían hecho tanto daño?

El caso está tratado de manera exquisita. No justifica ni intenta explicar los porqués. La violencia gratuita no tiene justificación ni explicación. La mirada en esta obra no son los hechos ni el crimen ni la justicia. El foco está puesto en dos niños de diez años condenados a una prisión de máxima seguridad hasta la mayoría de edad. El gobierno británico les concedió la libertad condicional bajo una identidad falsa. El agente de la condicional les proporcionaba un trabajo y un lugar para vivir que iba cambiando anualmente.

El gran mérito de la dramaturgia de Gerard Guix, responsable también del espacio sonoro y ayudado por la inquietante iluminación de Paula Costas, es poner en escena los miedos de dos chicos dentro y fuera de la cárcel, las mentiras que se vieron obligados a decir para no desenmascararse, la prohibición de encontrarse uno con otro, ocultarse constantemente para no ser descubiertos. Habían cumplido ya sus deudas con la justicia pero los jueces y ellos mismos sabían que no tenían el perdón que necesitaban: el de la comunidad. Convivieron con la soledad, con su propio arrepentimiento y su angustia. La ley les dio una segunda oportunidad, los ayudó a su rehabilitación pero el estigma y la venganza social les ha impedido encontrar la paz y el perdón.

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