El 13 de julio de 1984 se estrenaba en el Teatro de la Zarzuela de Madrid la Medea coreografiada por José Granero, con música de Manolo Sanlúcar, guion de Miguel Narros y decorados de Andrea D’Odorico. Grandes nombres para un montaje que protagonizaba Manuela Vargas y que se convirtió de forma casi inmediata en un pequeño clásico. Unas cuántas décadas más tarde, el bailarín y coreógrafo Antonio Márquez ha querido recuperar la pieza y dotarla de su personalidad, a pesar de que sigue manteniendo el espíritu del original. La dificultad más grande era la de conseguir una primera bailarina que aguantara un personaje tan exigente y marcado como este, y lo cierto es que la catalana Helena Martín pasa la prueba con una nota muy alta. Su baile, misterioso y retorcido en sí mismo, explica la tensión y el dramatismo de esta Medea terrible, pero también muy humana. Martín, que lleva una larga y exitosa carrera a sus espaldas, sabe como convencer al público, y en su dúo con Antonio Márquez muestra todas las facetas posibles de una gran bailarina.
El espectáculo, sin embargo, se completa con tres coreografías más que llenan toda la primera parte. En Macadanza se adapta la Danza macabra de Camille Saint-*Saëns y se hace una exhibición de grupo, con una coreografía llena de líneas y un exigente trabajo de sincronía. En Symphonie Spagnole, en cambio, se muestra un solo donde destaca el trabajo de la bailarina con las castañuelas, mientras que en Bolero, de Maurice Ravel, vuelve a ser la compañía casi al completo la que trabaja a fondo esta versionadísima melodía. Las tres piezas presentan, también, una unidad de vestuario e iluminación que dota a todo el espectáculo de una gran elegancia y una controlada simplicidad.