Ya hace unos años que Carme Portaceli pone su atención en títulos famosos de la literatura universal y los lleva a escena, a veces con gran éxito y otras veces con resultados más irregulares. Recuerdo ahora Jane Eyre, Frankenstein, Mrs. Dalloway o La casa de los espíritus, por poner solo unos ejemplos. Ahora toca el turno de Madame Bovary, la célebre novela de Gustave Flaubert que asentaría las bases del realismo y que describiría como nadie el tedio, el encorsetamiento y la posterior rebeldía de algunas mujeres dentro de la sociedad burguesa del siglo XIX. Un tema que posteriormente desarrollarían otros muchos autores realistas o naturalistas en obras tanto o más famosas que el referente original: Ana Karenina, La desheredada, La Regenta, Pilar Prim, etc.
Esta Bovary, con un texto adaptado por Michael de Cock, es una producción del Teatro KVS de Bruselas hablada en neerlandés y vista en Bélgica la temporada pasada. En ella se ha desnudado el argumento y se ha ido a la esencia, dejando en el escenario solo a dos personajes: Emma Bovary y su marido Charles. Un sofá, un piano, una montañita de tierra y unos cuántos ramos de flores son el único atrezzo o mobiliario con el que cuenta la puesta en escena. El resto es la palabra y la interpretación descarnada de estos dos personajes, interpretados por Maaike Neuville y Koen de Sutter. Una buena manera de centrarnos en la desazón y la infelicidad de la protagonista, a pesar de que a veces algunas decisiones de dirección pueden distraernos. El día del estreno, además, algunos problemas de la actriz con el vestuario obligaron a parar la obra en dos ocasiones y contribuyeron todavía más a desconectar de un texto al que hay que estar bastante atento.
Por último, aplaudir el momento de la visita a la ópera, donde la soprano Ana Nage nos da una pequeña y gratificante sorpresa cantando una famosa aria de Lucia de Lammermoor.