Soliloquio a tres voces magníficamente interpretado

Aquí ‘De Santander a NY’

Aquí ‘De Santander a NY’
30/09/2018

Una mujer, Lis, interpretada por tres actrices, tres voces de una misma vida, de los mismos recuerdos. Nos explican las tres cómo han llegado al ahora y juntas se unen para un próximo episodio vital tras repasar los momentos clave que la(s) definen. Una boda que acaba con asesinato mafioso del novio y huyendo, se encuentra vestida de novia manchada de sangre en Grand Central Station, un río de personas donde nadie, salvo Lis, se queda. Esa boda era tener un futuro bien distinto del pasado, del otro episodio clave: la niñez sórdida en un hostal familiar. Y el “ahora”, en NY, libre de la violencia pero sin futuro, paralizada, opta por refugiarse y vivir en un bucle de recuerdos, no necesariamente buenos pero es todo lo que le queda, en el ocaso de la cordura, invisible a los miles de traseúntes, del vestido de novia no quedan más que harapos y sólo tiene los recuerdos, a los que vuelve una y otra vez. Cada recuerdo necesita a su vez de las otras voces, de su yo de entonces, el de ahora y el de anteriores recreaciones. Y es que la memoria no es exacta; se difuminan detalles borrosos, emergen otros pero la esencia se mantiene. El esfuerzo por no olvidar nada cuando es lo único que te queda.

Lo mejor: Tres actrices excepcionales: la delicadeza y vulnerabilidad de Annabel Castan (Un tramvia anomenat desig), Patrícia Mendoza y su magnetismo absoluto, como siempre y como pocas, y Núria Tomás, admito que no la conocía, fallo mío, está claro, que se exprimen, espléndidas tanto en los momentos cómicos como en los dramáticos, a ratos contenidas y a otros, bombas que estallan, de las que no puedes, ni quieres, apartar la mirada e intentas abarcar cada gesto de las tres. Se relevan y complementan en una marea de pensamientos interiores coreográfica.

Lo menos mejor: casi, solo casi, me pierde la propuesta tras el cambio de ritmo de las proyecciones; algo pasajero.

En resumen: muy, muy interesante texto y dirección de Queralt Riera, magníficamente interpretado, con humor, toques oníricos, el poder -a veces destructivo, a veces salvador- de los recuerdos y un final que era el único posible (ahora os he picado).

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