Montaje exquisito

Anna Karènina

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Anna Karènina → TNC - Teatre Nacional de Catalunya
25/11/2024 - TNC – Teatre Nacional de Catalunya

Las apariencias y las restricciones sociales, hoy en día o en otras épocas, han determinado la vida de algunas personas, aunque parezca imposible, En medio de las dificultades y contra todo el mundo, hay, por eso, que deciden hacer aquello que creen que tienen que hacer sean cuales sean las consecuencias. En ocasiones, el hecho de vivirlo es suficiente recompensa.

Lev Tolstoi en 1877 presentó la historia de una mujer extraordinaria que se enfrentaría a todo y todos movida por la pasión y la voluntad de sentirse vida. Anna Karenina es la mujer de un alto funcionario ruso con quien tiene un hijo. En un viaje a Moscú conocerá al joven conde Vronski, de quién se enamorará perdidamente y por el amor del cual lo pondrá todo en riesgo. Se enfrentará a la sociedad rusa de finales del s. XIX que la juzgará duramente por ser mujer, adúltera y haberse enamorado de un hombre más joven. Vronski, evidentemente, no sufrirá ningún tipo de reproche o consecuencia.

Para aquellas personas que tenemos tan marcada una de las novelas dramáticas más grandes de la historia, es muy difícil ponerse ante una adaptación y no encontrar pegas. Es especialmente complicado construir el personaje de Karenina con todas las capas que un libro de casi mil páginas describe al detalle con cada arista, que va evolucionando con la trama y va profundizando en sus sentimientos y emociones.

Es complicado, pero no imposible. Y un ejemplo claro es como Anna Maria Ricart Codina ha llegado a adaptar de una manera muy fidedigna un texto original complejo y lleno de matices. Y con esta narración, Ariadna Gil ha llegado a conseguir un retrato bastante próximo al imaginario de la lectora. Es cierto que en la primera parte se encuentra una Anna un poco más alejada del personaje literario, que destilaba la seguridad y la serenidad adquiridas después de años practicando su papen en la sociedad. Pero, en la segunda parte recoge todo aquello sembrado al principio de manera tibia y explota llevando a la espectadora allí donde se tiene que ir: a una protagonista al límite de su pasión, donde el dolor y la soledad se mezclan de manera muy confusa con el amor y la esperanza.

Borja Espinosa como Vronski funciona igual que Jordi Collet dando vida a Karenin. Dos hombres luchando por su honor y amor, por este orden, ante una mujer que les remueve el mundo. Ciertamente, Carmen Portacello ha elegido una visión un poco diferente de estos dos personajes ante los de la novela, pero igualmente encajan con esta adaptación de manera adecuada. De igual manera, Andie Dushime, sirve como narradora y consciencia que va puntualizando el relato con diálogos en inglés -un hecho que estilísticamente queda bien, pero que no cuadra narrativamente-.

Es necesario destacar un reparto sensacional que está apoteósico, especialmente en los papeles secundarios: Bea Segura, Miriam Moukhles, Bernat Quintana y Eduard Farelo están maravillosos. Sus personajes, que muestran otras visiones del amor, son un soplo de aire fresco en medio del dramatismo general. En algunas ocasiones, incluso, roban el foco a los protagonistas y la espectadora quiere saber más de sus historias. Ayudan a la obra a tener momentos distendidos que ayudan a compilar la historia, que abarca tres horas, como fascículos entretenidos y estimulantes.

Con una escenografía minimalista que consigue llenar el espacio enorme del escenario del TNC, el uso de los elementos es precios y elocuente. El diseño sonoro y de iluminación, de la misma manera que los efectos escénicos y el vestuario sublime de Carlota Ferrer, envuelven el relato de manera elegante y exquisita.

Se trata de un montaje intenso, pasional, dramático, pero también divertido y atractivo. Todo lo que se puede pedir ver en el escenario para vivir uno de los mejores clásicos de la literatura universal.

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