Pinocchio, o el espectáculo de la paternidad

Pinocchio, o el espectáculo de la paternidad

Pinocchio, o el espectáculo de la paternidad

Sinopsis

¿Y si Pinocchio no hubiera salido nunca de aquella cámara fría y solitaria dónde Geppetto —movido por un momento de profunda soledad— lo esculpió para dar forma a su mundo y tener un poco de compañía?

¿Y si todos los encuentros, las situaciones y las decisiones que el títere se ve obligado a vivir —incluso al precio de tener que contar alguna mentira para poder sobrevivir en esa realidad aparente e imprevisible, sin ninguna herramienta ni guía— no fueran otra cosa que fragmentos de un espectáculo vital imaginado por su padre? Solo para jugar, quizás, con sus propios sentimientos y los de aquel trozo de madera que ha cobrado vida, en un juego delicado de proyecciones y espejos?

¿Y si el Hada, el Grillo, el Gato y el Zorro, Polilla o el Hombre de Mantequilla no fueran más que personajes de un pequeño teatro doméstico, representados por un Geppetto excéntrico y apasionado, decidido a educar, corregir o – incluso – moralizar a través del juego teatral?

Al fin y al cabo, Pinocchio es un títere. Y si queremos ser coherentes, no puede moverse solo. Su titiritero lo tendrá que guiar tirando de los hilos —unos hilos que le dan movimiento, le permiten hacer camino, y que también lo orientan y lo definen.

Y —¿Quién sabe?—: cuando ese trozo de madera descubra que se ha convertido en un niño de carne y hueso en el momento exacto en que ve la primera gota de sangre, quizás no sabrá muy bien hacia donde ir… solo tendrá en sus manos —y en sus pies— dos piernas frágiles y valientes de una criatura que empieza a andar, finalmente, por su propia cuenta.

Idioma:
Castellano
italià
Sinopsis

¿Y si Pinocchio no hubiera salido nunca de aquella cámara fría y solitaria dónde Geppetto —movido por un momento de profunda soledad— lo esculpió para dar forma a su mundo y tener un poco de compañía?

¿Y si todos los encuentros, las situaciones y las decisiones que el títere se ve obligado a vivir —incluso al precio de tener que contar alguna mentira para poder sobrevivir en esa realidad aparente e imprevisible, sin ninguna herramienta ni guía— no fueran otra cosa que fragmentos de un espectáculo vital imaginado por su padre? Solo para jugar, quizás, con sus propios sentimientos y los de aquel trozo de madera que ha cobrado vida, en un juego delicado de proyecciones y espejos?

¿Y si el Hada, el Grillo, el Gato y el Zorro, Polilla o el Hombre de Mantequilla no fueran más que personajes de un pequeño teatro doméstico, representados por un Geppetto excéntrico y apasionado, decidido a educar, corregir o – incluso – moralizar a través del juego teatral?

Al fin y al cabo, Pinocchio es un títere. Y si queremos ser coherentes, no puede moverse solo. Su titiritero lo tendrá que guiar tirando de los hilos —unos hilos que le dan movimiento, le permiten hacer camino, y que también lo orientan y lo definen.

Y —¿Quién sabe?—: cuando ese trozo de madera descubra que se ha convertido en un niño de carne y hueso en el momento exacto en que ve la primera gota de sangre, quizás no sabrá muy bien hacia donde ir… solo tendrá en sus manos —y en sus pies— dos piernas frágiles y valientes de una criatura que empieza a andar, finalmente, por su propia cuenta.

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