Técnica clásica y tecnología electrónica. Sobre estos pilares construye Max Richter su universo sonoro, formado por creaciones en solitario y obras para la danza, el teatro, el arte o la moda. In a Landscape, su disco más reciente reconcilia los extremos.
Sinopsis
El alemán Max Richter es uno de los grandes compositores de nuestro tiempo, poseedor de un estilo propio que nace de poner en contacto la técnica clásica y la tecnología electrónica. Le gusta “reconciliar polaridades”, como dice él mismo, un ejercicio poco común en nuestros días y que él aplica a un trabajo conceptual que busca poner en contacto los instrumentos electrónicos con los acústicos, el mundo natural con el mundo humano y las grandes cuestiones de la vida con las más íntimas y personales.
Si en proyectos anteriores el artista se había implicado en cuestiones políticas y sociales como la crisis de los refugiados (música para el ballet Exiles) y se había posicionado contra la invasión de Irak en el 2003 (The Blue Notebooks, 2004), en este álbum aparecido en el verano del 2022 el artista busca el equilibrio en la paz de un estudio situado en una zona rural. Saluda así los placeres de la vida tranquila y —con la ayuda de unos cuantos sonidos encontrados, quizás unos pasos en el bosque o unos huevos fritos en la cocina, que ya fueron habituales en trabajos anteriores del artista y de músicas y poesías de otros tiempos— confecciona una reflexión musical sobre el papel que deben jugar los hombres en este mundo enfermo. Durante el concierto sonarán igualmente temas del mencionado The Blue Notebooks, disco que ha sido reeditado este mismo año con motivo del veinte aniversario.
Desde el punto de vista musical, In a Landscape revisa desde el presente los sonidos y las artes que han inspirado a Richter y de los que son deudoras sus composiciones posminimalistas, unas obras que, para unos, lo han convertido en un maestro de los sonidos contemporáneos y, para otros, casi en una estrella del pop.
Es la propuesta más nueva de un artista que descubrimos en Memoryhouse (2002) y que tanto hace sus propias composiciones como pone música a una película, a una instalación artística o a un montaje teatral o de danza. Capaz de reinventar los conciertos para violín de Vivaldi y convertirlos en una experiencia hipnótica o de grabar un álbum conceptual de nueve horas de duración basado en la neurociencia del sueño (Sleep, 2015), Richter debuta en el Grec reconciliando extremos.