Sinopsis

Nací cuando era pequeña, en Avilés, Asturias, de noche y en un taxi. Llegué al mundo con dos facturas bajo el brazo: la carrera y la tapicería del taxi. La pequeña de cuatro hermanos, el juguete de la casa. “María”, nombre de tango y “Tango” nombre de balón.
Y así crecí, siendo el balón de mi hermano y la comba de mis hermanas… Gracias a ellas me rasco la nuca por la espalda y a mi hermano le debo todas las vibraciones cerebrales que me hicieron creer durante años que yo era “trillizas”: “Mari Calla”,”Mari Para” y “Mari no se rompen a pedradas los cristales de la gente”.

Mis padres se dieron cuenta de que sacaba un sobresaliente por cada cristal que rompía y me mandaron a clases de todo lo que pillaron: mecanografía, taquigrafía, música, bailes regionales… nunca se sabe. Luego me dio por la enfermería y, tras un tiempo dejé la sanidad. Era buena pero se me hacía pesado tener que convencer al paciente de que no llamase a seguridad cada vez que entraba en una habitación.
Mi historia se entiende mejor contada desde el “hoy” hasta el “entonces” por mi trayectoria motera, ¿de motos?… sí, y de motes. Hoy me llaman La Vikinga.

Idioma:
Castellano
Sinopsis

Nací cuando era pequeña, en Avilés, Asturias, de noche y en un taxi. Llegué al mundo con dos facturas bajo el brazo: la carrera y la tapicería del taxi. La pequeña de cuatro hermanos, el juguete de la casa. “María”, nombre de tango y “Tango” nombre de balón.
Y así crecí, siendo el balón de mi hermano y la comba de mis hermanas… Gracias a ellas me rasco la nuca por la espalda y a mi hermano le debo todas las vibraciones cerebrales que me hicieron creer durante años que yo era “trillizas”: “Mari Calla”,”Mari Para” y “Mari no se rompen a pedradas los cristales de la gente”.

Mis padres se dieron cuenta de que sacaba un sobresaliente por cada cristal que rompía y me mandaron a clases de todo lo que pillaron: mecanografía, taquigrafía, música, bailes regionales… nunca se sabe. Luego me dio por la enfermería y, tras un tiempo dejé la sanidad. Era buena pero se me hacía pesado tener que convencer al paciente de que no llamase a seguridad cada vez que entraba en una habitación.
Mi historia se entiende mejor contada desde el “hoy” hasta el “entonces” por mi trayectoria motera, ¿de motos?… sí, y de motes. Hoy me llaman La Vikinga.

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