La mujer esqueleto (Eskeleto Anderea) es una pieza de teatro físico, interpretada por la artista de danza butoh Ainhoa Alberdi con dirección artística de Orland Verdú. 

Basada en el cuento ‘La Mujer Esqueleto’, incluído en el libro Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola, la obra recorre este relato inuit para adentrarse en el enfrentamiento con la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida del amor como un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, seguido siempre de un renacimiento.

Una pieza poética, onírica e intensa que, de la mano de Ainhoa Alberdi, nos lleva a sumergirnos en el reino nocturno de Doña Muerte y renacer en la orilla de Doña Vida en un ciclo eterno de regeneración, crecimiento y esperanza. ¿Son Doña Muerte y Doña Vida, la misma persona?

Sinopsis

Para que el ser humano pueda vivir y entregar su lealtad al otro de manera sabia, protectora y sensible, es necesario que se enfrente con aquello que más teme. No hay manera de evitarlo. Hay que acostarse con Doña Muerte. Para poder crear el amor duradero, se invita a un tercer participante: la Mujer Esqueleto.

Cuando se abraza a la Mujer Esqueleto, amar significa permanecer al lado de alguien. Cuando vemos la frágil herida del ser amado es cuando emerge a la superficie la vieja calavera. Amar significa entonces quedarse cuando todas las células gritan: ‘¡Echa a correr!’.

La poeta mexicana y mística Rosario Castellanos escribe a propósito de la entrega a las fuerzas que gobiernan la vida y la muerte: ‘Dadme la muerte que me falta’.  Todo carece de valor sin la muerte. La cultura nos anima a menudo a arrojar a la Mujer Esqueleto desde el acantilado.

Un mundo sin alma fomenta la rápida y desesperada búsqueda del filamento capaz de arder perennemente y a partir de ahora. Integrar a la Mujer Esqueleto en la vida exige tiempo: tiempo para buscarlo y tiempo para traerlo a la vida. ‘Se tapó la nariz y saltó al agua’.

Duración:
Sinopsis

Para que el ser humano pueda vivir y entregar su lealtad al otro de manera sabia, protectora y sensible, es necesario que se enfrente con aquello que más teme. No hay manera de evitarlo. Hay que acostarse con Doña Muerte. Para poder crear el amor duradero, se invita a un tercer participante: la Mujer Esqueleto.

Cuando se abraza a la Mujer Esqueleto, amar significa permanecer al lado de alguien. Cuando vemos la frágil herida del ser amado es cuando emerge a la superficie la vieja calavera. Amar significa entonces quedarse cuando todas las células gritan: ‘¡Echa a correr!’.

La poeta mexicana y mística Rosario Castellanos escribe a propósito de la entrega a las fuerzas que gobiernan la vida y la muerte: ‘Dadme la muerte que me falta’.  Todo carece de valor sin la muerte. La cultura nos anima a menudo a arrojar a la Mujer Esqueleto desde el acantilado.

Un mundo sin alma fomenta la rápida y desesperada búsqueda del filamento capaz de arder perennemente y a partir de ahora. Integrar a la Mujer Esqueleto en la vida exige tiempo: tiempo para buscarlo y tiempo para traerlo a la vida. ‘Se tapó la nariz y saltó al agua’.

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