La reconocida compañía bávara inaugura la temporada de ballet en el Gran Teatre del Liceu con Giselle de Peter Wright, un clásico imprescindible para los amantes de la danza. Un pueblo rural aparentemente idílico de día y, en paralelo, un inquietante baile fantasmal de noche: estas dos realidades caracterizan la acción escénica de Giselle. Peter Wright coreografió esta producción para la compañía de Múnich en 1974, siguiendo la tradición del vocabulario clásico de Marius Petipa, Jean Coralli y Jules Perrot.
Wright no pretendía reconstruir el original de 1841, sino adaptar la puesta en escena y la coreografía a la técnica de los bailarines actuales. El resultado es una Giselle que, por un lado, permanece fiel al espíritu del Romanticismo y, por otro, destaca la capacidad interpretativa y el virtuosismo del ballet clásico.
Sinopsis
Giselle es una joven que primero se enamora, después enloquece y finalmente se convierte en una “Wili”. El argumento del ballet se remonta a un texto de Heinrich Heine, que describe así la leyenda de estos espíritus elementales nocturnos:
“Las Wilis son novias que han muerto antes de casarse. Estas pobres jóvenes no pueden descansar tranquilamente en sus tumbas: en sus corazones muertos, en sus pies muertos, aún persiste el deseo de bailar que no pudieron satisfacer en vida. A medianoche se levantan, se reúnen, ¡y pobre del joven que se cruce en su camino! Tendrá que bailar con ellas, lo abrazarán con frenesí desatado, y bailará con ellas, sin pausa ni descanso, hasta caer muerto.”