El actor Julio Alonso protagoniza el monólogo El Guardián, sobre la vida del cuidador de un hotel que nunca ha llegado a existir.

Sinopsis

El Guardián nos cuenta su vida mientras espera la llegada de su querida Teresa. Lo acompaña su fiel perro Sebastián. Un auténtico representante de una mezcla indefinible de razas. Da igual: de todos modos no lo vemos en escena. Aunque está. Lleva años cuidando las instalaciones de un hotel que nunca ha llegado a funcionar como tal y que, tal vez, acabe por ser derruido.

Un ya largo litigio entre ecologistas, la empresa constructora, el pueblo en el que está ubicado y la Administración, hace que el edificio esté abandonado antes de haber sido habitado. El Guardián ayudó a construir el edificio, fue albañil. Luego, fue contratado como cuidador. Vive allí. Solo. No se casa con nadie. Ni con los ecologistas, ni con la empresa constructora, ni con el pueblo. Tampoco parece haber perspectivas de casarse con Teresa.

El Guardián está solo, en su cocina, pero habla como si se dirigiera a un público que no existe. Una especie de pequeña locura nada importante, que le trajo esta soledad a la que ya se ha habituado. Hablar con toda esa gente que en realidad no está allí, es más un remedio que una enfermedad. Un engaño para sobrellevar su vida. Habla de cosas que conoce. La soledad, los tejemanejes de la Administración, la falta de escrúpulos de ciertos empresarios. El falso compromiso con los valores que, algunos, dicen defender.

Sinopsis

El Guardián nos cuenta su vida mientras espera la llegada de su querida Teresa. Lo acompaña su fiel perro Sebastián. Un auténtico representante de una mezcla indefinible de razas. Da igual: de todos modos no lo vemos en escena. Aunque está. Lleva años cuidando las instalaciones de un hotel que nunca ha llegado a funcionar como tal y que, tal vez, acabe por ser derruido.

Un ya largo litigio entre ecologistas, la empresa constructora, el pueblo en el que está ubicado y la Administración, hace que el edificio esté abandonado antes de haber sido habitado. El Guardián ayudó a construir el edificio, fue albañil. Luego, fue contratado como cuidador. Vive allí. Solo. No se casa con nadie. Ni con los ecologistas, ni con la empresa constructora, ni con el pueblo. Tampoco parece haber perspectivas de casarse con Teresa.

El Guardián está solo, en su cocina, pero habla como si se dirigiera a un público que no existe. Una especie de pequeña locura nada importante, que le trajo esta soledad a la que ya se ha habituado. Hablar con toda esa gente que en realidad no está allí, es más un remedio que una enfermedad. Un engaño para sobrellevar su vida. Habla de cosas que conoce. La soledad, los tejemanejes de la Administración, la falta de escrúpulos de ciertos empresarios. El falso compromiso con los valores que, algunos, dicen defender.

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