Que juguin, que juguin es un montaje serio e inexplicable como la vida misma y como el amor. Un viaje de la mano de seis intérpretes que hacen frente a la realidad con una lucidez que solo bordeábamos cuando éramos niños.
Sinopsis
No sabemos donde estamos ni si nosotros mismas somos una ilusión. Como tampoco sabemos si este espectáculo es una semilla, un trayecto o un papel rasgado.
Quizás lo más razonable que podemos decir es que la acción transcurre en el cuarto de juegos donde seis adultos juegan cuando ya no les toca jugar. Juntos forman una familia ilógica hecha de tres hermanas, que no son las de Chékhov, una espécie de au-pair que parece el hombre del saco, un ventrílocuo de voces que no tienen edad y una mujer exuberante con apariencia de estatua.
A través de fragmentos fulminantes estos personajes tejerán los hilos de aquello que es individual, familiar y social de una manera abrupta y lúdica como si de golpe se abriera la luz y se volviera a apagar.
Nota de dirección
Después de dirigir y escribir para un grupo de actores y actrices con diagnóstico de salud mental, tratar el tema de la diferencia, no de la enfermedad, se ha hecho cada vez más importante para mí. Vivimos en una época en que esta cuestión tiene un impacto social importante y poner el foco en la cura y no tanto en la crítica es un mecanismo que me mueve a crear. Mi manera de escribir –marcada por la poesía- bebe de mis referentes literarios y teatrales, y busca la manera de sublimar la tristeza, los infiernos personales y la desconexión de uno mismo y del mundo.
Este proyecto quiere ser un proyecto empático con el lado oscuro y todo lo que se deriva. Cuando trabajo cerca de estas intérpretes, dejo de ver la diferencia como una amenaza. Pierdo la identidad, en un proceso de sensibilización, para conectar a través del teatro con personas diferentes y de alta complejidad. Y los actores también lo hacen. Y el público también.
Me gusta que este oficio nuestro sirva para acercar personas que miren el mundo desde extremos opuestos. Que la imposibilidad genere alegría porque la imposibilidad es rica y amar lo que no nos es dado es un arte.
No trabajé con argumento porque me interesaba la falta de coherencia para habla de una sociedad convulsa que no sigue ninguna lógica. Esta carencia de coherencia, que también es la de la locura, me parece interesante porque se acerca a la incertidumbre. Me gusta pensar que el ser humano más feliz es el que aguanta más incertidumbre y estirar de ese hilo.
A partir de aquí, y haciendo honor al título del espectáculo, creamos siempre a partir del juego. Aproveché al máximo el potencial de cada una de las participantes y lo hice crecer en función de sus habilidades: cantaban ópera, sabían idiomas, tocaban instrumentos, adoraban recitar. Puse dentro del montaje muchos de sus deseos y peticiones y los trabajamos con exigencia y amor hasta convertirlos en material artístico.
Me gustan el teatro y la escritura porque me permiten entrar en percepciones más sutiles de la realidad. Una realidad que no es impuesta sino encontrada desde el deseo. Creo que esta es la manera más genuina de transmitir lo que tenemos en un momento en que transmitir es de vital importancia. Estos actores perforan la estructura de la realidad y consiguen que el arte adquiera sentido. Y lo hacen desde el deseo. Y transmiten, de verdad, sin falsas autenticidades. Para mí esto contribuye, sin duda, a hacer de la existencia un lugar más comprensible.
Mi educación y altruismo hacia los colectivos más vulnerables me han empujado, estos últimos años, a vincular mis proyectos creativos con esta necesidad.
También es probable que, en el fondo, este diálogo con la realidad y las ganas de seguir avanzando se sostengan para poder ofrecer al mundo todo lo que el mundo previamente ya me ha ofrecido.
Berta Giraut