He leído en algún lado que Llibert es un texto que marca un antes y un después en la dramaturgia contemporánea catalana, decir una tontería de este tipo no beneficia en nada al propio texto, más bien lo perjudica. La puesta en escena de Llibert tiene cosas que hay que valorar positivamente, entre ellas la escritura que, sin ser extraordinaria, es furiosa y honesta, y que funciona la mar de bien. Aun así, hay algo impúdico y de justificación en el hecho de volcar a escena, y de forma tan directa, un dolor tan personal y privado. Pienso que no conviene acentuar voluntariamente las desgracias de la vida, creando un exceso de lágrimas por gusto o por disgusto de dolorismo. […]
Joaquim Armengol Roura
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